sábado, 14 de febrero de 2009

9. Franz Liszt, mentor de Edvard Grieg

Edvard Grieg era todavía estudiante cuando conoció a Franz Liszt­. De acuerdo a las memorias del músico noruego hubo un encuentro entre los dos entre el 1 y el 4 de junio 1859 en Leipzig­. Grieg acostumbraba a consignar meticulosamente en su diario anotaciones sobre los conciertos a los que asistía.Los contactos iniciales entre Liszt y Grieg fueron distantes. Pero qué conexión se estableció entre los dos músicos años después. A este respecto, la ciudad de Roma­ parece haber jugado un papel significativo, porque fue donde tuvo lugar su siguiente encuentro en el que vio a Liszt en un concierto del que hizo el siguiente lacónico comentario:

Concierto con Pinelli. Vi a Liszt coqueteando con algunas señoritas.

En ese momento 22 de diciembre de 1865, Grieg ­tenía 22 años y Liszt 54­. Pinelli era un muy conocido violinista en Roma y estaba bien relacionado con Liszt. El 4 de enero de 1866, aparece una vez más en el diario de Grieg. Esta vez sobre un concierto de
...música sacra para castrati, voces masculinas naturales y harmonium, dirigidos por Franz Liszt,­ quien, sin ser en realidad el director, controlaba la interpretación completamente, desde el órgano situado en el coro­, con sus dedos enguantados en negro, ora ocupados en el teclado, ora ondeando en el aire.
­Grieg volvió a filosofar acerca de la decadencia de la música alemana e italiana y concluyó en la notación del diario con el comentario:

Liszt estuvo magnífico con su hábito de abad y parecía un auténtico visionario.­

Franz Liszt estaba en el punto álgido de su carrera como virtuoso y disfrutaba de una inigualable reputación y autoridad, consideración que Grieg también profesaba hacia ­Liszt como pianista y compositor, no olvidemos que se trataba de la percepción de un recién graduado, no hacía más de tres años de su graduación en Leipzig, sobre una de las figuras más deslumbrantes de la época. El 31 de enero de 1866 podemos encontrar en su diario:

Tarde en un concierto de Pinelli, uno de los más interesantes a los que he asistido. ­Sgambatti interpretó un concierto de piano de Liszt, un trabajo genialmente delineado para mostrar los méritos de ambos, solista y compositor. Con seguridad, la mejor pieza que jamás he oído de Liszt, un trabajo de genial desde el principio hasta el final.

­Giovani Sgambatti era, por cierto, el estudiante más destacado de Liszt en Roma, así como un amigo cercano del mismo.

Qué hizo que Liszt se fijara en un colega tan joven y prácticamente desconocido. A su llegada a Roma en 1865, Grieg había terminado dos trabajos de cierta consideración, se trataba de la Sonata, op. 7, para piano y la Sonata, op. 8, para violín y piano (Sonata Primavera). Ésta última fue interpretada por el mismo Grieg y Pinelli al violín, de la que Liszt tuvo conocimiento a través de ­Sgambatti o del mismo Pinelli.
La vida diaria de Grieg como compositor y músico en su nativa ­Noruega estaba lejos de ser holgada o cómoda, él echaba en falta el contacto regular e intercambio con sus colegas europeos, por lo que no resultará una sorpresa que en 1868 esté planificando un viaje a Roma. Necesitaba ayuda financiera para el proyecto y solicitó una beca al gobierno noruego presentando el aval, ni más ni menos que del propio Liszt, que a la postre sería definitivo para conseguir la ayuda. Para obtener semejante garantía, Grieg aprovechó la oportuna carta que un amigo danés, residente en Roma, Niels Ravnkilde, había escrito para comunicarle que Liszt había interpretado su sonata para violín y piano. Grieg se armó de valor para pedir a Ravnkilde que intentara convencer a Liszt para que escribiera una recomendación en favor de la concesión de la ayuda que el gobierno noruego estudiaba dar a Grieg. ­Liszt lo hizo en el acto y la carta escrita en francés incluía la siguiente invitación para ir a Weimar:

¿Podría usted venir a Alemania este invierno?, me gustaría invitarle a pasar algún tiempo en Weimar, entonces podríamos conocernos mejor el uno al otro.

Concedida la ayuda del gobierno, Grieg llegó a Roma en el ­ invierno de 1869, como anteriormente, justo antes de Navidad. En una carta a sus padres, ­Grieg describe su encuentro con Liszt:

Él vino hacia mí sonriendo y dijo con amabilidad: “¿Nosotros nos hemos carteado verdad?”. Yo le dije que estaba en Roma gracias a él.

­En esta ocasión Grieg había llevado su segunda sonata para violín de 1867 con él. Liszt le pidió que la tocara. En la misma carta Grieg describe cómo:

...cuando el violín hace su segunda entrada en el Adagio, Liszt se unió a la interpretación realizando la parte del violín en las octavas más altas del piano, fraseándolo tan hermosamente que yo sonreía de felicidad.

Al final de la carta Grieg sugiere que tal vez fuese el sabor noruego de su sonata lo que tanto atrajo a Liszt, y efectivamente, años más tarde, a esta obra se la conoció como la sonata “Nacionalista”.

Grieg describe alegremente otro encuentro con Liszt, esta vez referido al Concierto en la menor para piano, op. 16:

Para Liszt no es suficiente sólo interpretar una pieza; hace comentarios constructivos y asiente con su cabeza, ahora a la izquierda, ahora a la derecha, particularmente cuando un pasaje le llama la atención.

La despedida de Liszt deja huella en el joven compositor por el significado de sus palabras:
Continúe el buen trabajo, yo le digo a usted que tiene lo que exige la composición y no permita a nadie decirle otra cosa.
Con seguridad no era sólo un signo de gratitud y amistad el hecho que Grieg dedicara a Liszt, su nuevo patrocinador, una de sus obras de 1871, la opus 20, A la puerta de un monasterio del sur para solistas, coro femenino y orquesta, obra que evoca la experiencia del joven Grieg al haber escuchado y visto a ­Franz Liszt en la iglesia del monasterio de Santa Francesca, en Roma.
El Cuarteto de cuerda, op. 27 en sol menor de Grieg data de 1877/1878, su estreno tuvo lugar en Colonia­ e inmediatamente después se interpretó en la Gebandhaus de Leipzig­. Franz Liszt lo escuchó por primera vez un año más tarde, en 1879, en Wiesbaden­ y no escatimó elogios y alabanzas para este último trabajo de Grieg como podemos observar en el siguiente comentario:

Hace mucho tiempo que no escucho una nueva obra, particularmente un cuarteto para cuerdas, que haya despertado en mí tanto interés como esta sobresaliente obra de Grieg.

­Grieg hizo finalmente el viaje a Weimar en 1883, 4 años después de aquellas manifestaciones de Liszt sobre su cuarteto. Sus Dos melodías Elegíacas op. 34 (1880) y su Concierto en la menor op.16 para piano y orquesta figuraban en el programa de concierto en el que Grieg aparecía como director e intérprete. Concierto que marcó el comienzo de una gira de tres meses por Alemania y Holanda. Sobre los conciertos de Weimar Grieg escribió:

Esto ha sido un buen comienzo que tengo que agradecer a Liszt. Él ha sido verdaderamente muy bueno conmigo.

En una carta a su amigo noruego F. Beyer, Grieg describe la interpretación de las melodías elegíacas de esta forma:

Fue maravilloso cómo han sido interpretadas con emocionantes crescendos, pianísimos inimaginables, y un fortísimo que era un mundo completo de sonidos. Es más, los alemanes realmente se implicaron, se emocionaron ¡yo estaba en el podium! Y por encima de los aplausos escuché desde el palco a mi izquierda un ruido familiar, un gruñido peculiar, el que Liszt acostumbraba a hacer cuando estaba particularmente satisfecho.

En una entrevista poco antes de su muerte en 1907, preguntaron a Grieg cómo veía su música en el contexto de la historia de la música. En su respuesta Grieg se refirió a la contestación de Liszt cuando fue preguntado por Talberg:

Sus servicios son pequeños pero entre los pequeños es el más grande.

A lo que Grieg añadió:

Mucho de lo mismo podría decirse de mí.

Comentario que le honra no sólo como un gran músico sino además como gran persona.
En la evolución de esta relación podemos observar un progresivo cambio de actitud de Grieg hacia Liszt, de la frialdad al sincero agradecimiento, y dada la diferente posición en la que se encontraban cada uno de ellos, recordemos que Liszt estaba en el cenit de su carrera, mientras que Grieg era un perfecto desconocido en los circuitos musicales europeos, cabe realizarse una pregunta: ¿y qué vio el músico consagrado en el músico incipiente para que mostrara tanto interés en profundizar en esta relación? A mi juicio lo que percibió fue novedad, originalidad y frescura en la música de Grieg, algo que, según el mismo Liszt, no era muy frecuente encontrar.
En consecuencia, no es muy aventurado, pues, decir que la aparición de Liszt en la vida de Grieg significó el lanzamiento de su proyección europea, por una lado consiguiendo que Grieg pudiera salir de su tierra para seguir conociendo la música y los músicos de su tiempo y, por otro lado, invitándole personalmente a Weimar desde donde inició una larga y triunfal gira de conciertos por Alemania y Holanda, dando a conocer su obra como compositor y sus interpretaciones como pianista y director. A partir de esa fecha, su popularidad se extiende por toda Europa haciendo giras anuales de conciertos ininterrumpidos prácticamente hasta su muerte.