sábado, 14 de febrero de 2009

3. Romanticismo y nacionalismo

De alguna manera, la impotencia en la consecución de los ideales nacionalistas, ­ propicia que el romanticismo, como corriente artística, sirva de cauce ideológico para canalizar el sentimiento nacional generalizado en toda Europa. ­La resistencia a las tropas napoleónicas, los cambios fronterizos impuestos por el Congreso de Viena y el reconocimiento, por parte del liberalismo, del derecho a la libertad de la persona y, por tanto, a la de los pueblos, prepararon este caldo de cultivo por el que, a mediados de siglo, la mayoría de las naciones que, de un modo u otro, seguían dependiendo económica y políticamente de otros estados e imperios, ­ clamaban por su identidad nacional.


En aquellos momentos, Alemania estaba viviendo un gran renacimiento cultural en el terreno de las letras, de la música y del pensamiento.
­ Era la época de Beethoven, de Goethe, de Schiller, de Kant y de Hegel. Por consiguiente, podía enorgullecerse de presentar un panorama cultural más rico que el de Francia, a la que había arrebatado la superioridad de que ésta había disfrutado durante el siglo XVIII.


Rusia, por su parte, después de haber estado dominada culturalmente por la influencia de Italia y Francia, aspira a desarrollar una música propia. Por eso sus élites promueven todo aquello que suene específicamente “ruso” y contemplan con displicencia los productos culturales que enlacen con la tradición europea.
­ Tchaikovsky lo sufre en carne propia: los miembros del grupo de los Cinco ­ (Musorgski, Borodin, Rimski-Korsakov, Cui y Balakirev), que se tienen a sí mismos por guardianes de las esencias, critican al autor de El lago de los cisnes su exceso de occidentalidad.


Lo que engloba a una corriente musical en la categoría de escuela nacional es el uso de elementos folclóricos, de canciones propias de cada comunidad. Muchos de esos compositores no dudan en ir al campo y estudiar las melodías que se transmiten de generación en generación para incorporarlas a sus obras. Así procederían en un futuro no muy lejano
­ Bartók y Kodály en Hungría. ­ En España, Falla subirá a la sierra de Granada junto a García Lorca y ambos recogerán numerosas canciones que de otra manera hubieran desaparecido. Casi mil kilómetros al norte, en Euskadi, ­ Aita Donostia hará también esa labor de antropología cultural y recuperará y armonizará decenas de temas populares. ­ Guridi llevará ritmos y danzas a sus partituras. ­ Dos catalanes, Granados y Albéniz, recrearán como pocos el ambiente de Andalucía mediante el uso de formas rítmicas próximas al flamenco. Los rusos, en fin, indagarán en la tradición de su enorme imperio para hacer una música genuinamente local. Pero y en los países nórdicos ¿quién se hace eco de estos aires de cambio?


A continuación vamos a estudiar una de las figuras que más aportó a la construcción de un nacionalismo escandinavo, y más específicamente a la consolidación de una identidad nacional noruega: Edvard Grieg.